lunes, 16 de julio de 2012

16 de julio

Qué corta es la memoria, ¿no? Hace solo veinte años, una bomba no solo arrancó la vida de veinticinco peruanos y dejó cientos de heridos, también plantó un trauma y recuerdos indelebles en muchas memorias. Me sorprende, o quizás no tanto, que a todas las personas a las que hoy les pregunté "¿Sabes qué pasó un día como hoy hace veinte años?", ninguna supo responderme.

En este país, creemos que curar las heridas significa erradicar los hechos sangrientos de nuestras mentes, olvidarnos de nuestros muertos, del miedo y del terror que mantuvieron en vilo a todo un país por décadas. Creemos que no hablando del terrorismo; susurrando la palabra como si estuviera vetada; callándolo porque no es apropiado comentarlo en la mesa, en el trabajo o con los amigos; evitaremos que la historia se repita.

Yo no existía el 16 de julio de 1992, nunca he vivido pensando si es que un carro estacionado frente a mí puede tener una bomba dentro, no he pegado cinta adhesiva en mis ventanas, no he vivido los apagones, no he llorado a un familiar muerto, ni a un amigo desaparecido, no me he ido a dormir pensando si es que mañana seguiremos todos vivos. Sin embargo, las víctimas de Tarata son mis muertos, porque al igual que yo, eran peruanos. No fallecieron porque estuvieron en el momento y en el lugar incorrecto, sino que fueron asesinados por terroristas que querían conducir a este país a un sendero oscuro.

Me indigna que los peruanos vivamos con amnesia, que seamos capaces de sorprendernos y escandalizarnos con los chismes de la farándula local, o porque la selección de fútbol perdió un partido más. No obstante, somos totalmente indiferentes al hecho que, hace solamente veinte años, un padre buscaba a su hijo entre los escombros de un edificio, un hijo no vería nuevamente a sus padres, un niño no volvería a dormir tranquilo, una mujer enterraría un cajón vacío porque nunca encontró los restos de su esposo.

Es definitivo, un país sin memoria está condenado a repetir su historia. Hoy, 16 de julio, no solo recuerdo a las víctimas de Tarata, sino también a las miles de personas fallecidas, desaparecidas o que nunca más encontraron la paz a causa del atroz accionar de los grupos terroristas en el Perú. Esta es una fecha para indignarnos. Sobre todo, contra quienes alimentan el odio en nuestro país y se sirven de ideas sangrientas para arrebatar vidas. Sin embargo, también debemos indignarnos con nosotros mismos, por dar cabida a que esta historia, llena de terror y que no debió suceder jamás, se repita. Maldita sea la amnesia.

Edo