sábado, 15 de mayo de 2010

Km. 92.5

Ha pasado algo de tiempo desde Semana Santa. A pesar de eso, hace tiempo quería escribir este post. Lo empecé a escribir en la playa pero no lo terminé. Bueno ahí les va.
Todo empezó un lunes cuando un amigo, J.C. me dijo para irme con él a la playa a pasar Semana Santa. Resulta que él tiene un camper en el Real Club. Al inicio, no me lo tomé tan en serio pero, al ver que varios de mis amigos se iban a pasar el feriado largo por allá, decidí irme. Después de una conversación algo rápida con mis papás, que ocasionó el suficiente impacto como para que escriba los otros dos post anteriores, una empacada rápida con algo de ropa, hacer algo de tareas a la volada, dejando algunas pendientes, y la compra de provisiones para los cuatro días; estaba el jueves a las 3 p.m. en el carro de J.C., rumbo al sur.
Fueron cuatro días en los que, aparte de terminar rojo como un camarón, de ir de la playa a la piscina y de la piscina a la playa, aprender a jugar Texas hold'em (y ganarles a todos), enviciarme con el solitario en las tumbonas en la arena (mientras J.C. y R.C. estaban dormidos), de un partidito de tenis después de las comidas (por cierto, los papás de J.C. cocinan genial), de una pasada por Cocoa y mi reencuentro con una bicicleta; pude pensar un poco sobre lo que quería hacer con mi vida a partir del próximo año, ya que me esperaba un ultimátum en casa (Tiempo de decisiones 1 y 2) y, sobre muchas otras cosas más. 
El domingo, de vuelta a mi casa, no tenía ganas de volver. No sé si por tener que enfrentar el ultimátum o porque ya me había acostumbrado a comer, dormir, nadar, jugar póker y jugar tenis. Y es que con una vida así, quién quiere regresar al colegio?
Edo

1 comentario:

Anónimo dijo...

oe chini despues de este nunca dijiste porque te decidiste.
Diego.