viernes, 28 de agosto de 2009

A las 00.20

Son las doce de la noche con veinte minutos en Lima, Perú. Yo aquí, sentado desde la comodidad y el anonimato de mi estudio, me dispongo a escribir un nuevo post que, probablemente jamás será leído por nadie.
A la hora de sentarme frente al teclado, entrar al escritorio de este blog, hacer click en "Nueva entrada", vuelve la misma pregunta recurrente: Que mierda escribo esta vez? Yo sé que no suena para nada bien empezar siempre un post con esa misma maldita idea. Es más, me lo han dicho. Aunque probablemente no suene creíble, he intentado empezar un post escribiendo sobre otro tema pero, siempre me queda la sensación que lo escribo suena un tanto a crónica policial. Siento que el post pierde completamente cualquier tipo de espontaniedad, y pasa a ser algo tan monótono y aburrido como cualquier crónica de la sección "Policiales" de cualquier periódico local.
Es, al final, esta idea redundante del no saber que escribir lo que me lleva a llenar de palabras que, aunque carezcan de sentido, forman, al fin y al cabo, un post. Y es que la incertidumbre del no saber que escribir, es lo que al final me lleva a otro tema y al final ese otro tema, se vuelve el tema principal de este post.
Normalmente se me ocurren temas para escribir un post, un cuento o lo que sea, cuando salgo a caminar. Es en esas caminatas sin rumbo con mi compañero cuadrúpedo, en las que tengo la posibilidad de filosofar un poco. Me pongo mis audífonos, pongo el iPod en shuffle y empiezo a caminar sin un rumbo preciso.
Aunque pueda sonar un poco tonto, se siente bien durante esos 20 o 30 minutos (todo depende de la voluntad de mi perro), no tener todo bajo control. Saber que en esa media hora, no hay planes fijos que seguir, preocupaciones, nadie a quien impresionar, nadie a quien seguir. Se siente bien durante esa pequeña fracción del día, pensar un poco en lo que hiciste ayer, en lo que haces hoy y, por qué no, en lo que harás mañana. Es ese pequeño espacio de soledad humana auto-inflingida, en el que tengo la oportunidad de pensar en lo que verdaderamente me importa, lo que en verdad me interesa, lo que me de la gana de pensar. Saber que en esos pocos minutos, puedes crear, en tu mente, una historia que no tiene por qué tener un punto final. Es en esos minutos, en los que puedes pensar concientemente muchas cosas, hacer un examen de conciencia profundo o, simplemente, dejar la mente volar y no pensar nada concreto.
Esos son los momentos más tranquilos del día, esos momentos de soledad para nada dolorosa ni sufrida. Es una soledad que puedes abandonar si quieres, que no te persigue, que no ha venido para quedarse. Son minutos de soledad, que algunos sentimos la necesidad de buscar y, que muchas veces, cuando queremos, encontramos. Y aunque para algunos suene aburrido, esos minutos no los cambio por nada.
Edo